PARIS-BREST-PARIS
Una historia de
supervivencia
Por Vicente Alpañez
“Canta, oh diosa, la
cólera desastrosa del mago Merlín que asoló a los randonneurs con infinitos
males”.
Esta adaptación libre
de los versos de Homero en la Ilíada describe perfectamente las peripecias que
ha tenido que sufrir nuestro compañero Juan Pedro Moreno en la
Paris-Brest-París, con un recorrido de 1.230 Km. que parte desde Paris, llega
hasta Brest recorriendo la Bretaña francesa, patria de Asterix y donde se cree
que se encuentra enterrado el mago Merlin.
Y no es un exceso
aludir a la Ilíada porque finalizar un reto como este es una auténtica epopeya,
un desafío que pocos aceptan y aún menos finalizan.
La salida se ha dado
desde las 16 h. del domingo 16 de Agosto en grupos de 300 ciclistas cada quince
minutos, y Juan Pedro figuraba en el cuarto en el que a priori, y por la
información que manejaba, estaban los más fuertes. Pero en este mundillo
randonneur como en los demás, la información es poder, y los que aspiraban a
disputar la victoria estaban en los dos primeros grupos. Cuando se ha percatado
de esta circunstancia ya era demasiado tarde para poder estar con ellos, habían
transcurrido ya más de 300 Km. y empezaba a ser evidente el error en el cajón
de salida.
Desde ese momento ha
tenido que luchar sólo contra los kilómetros y el viento, centrado en la
empresa de alcanzar a los que han salido por delante y que sabía imposible. Los
primeros 400 km. los recorre a una media de más de 30 Km./h. para ir bajando el
ritmo progresivamente a medida que pasan las horas y los kilómetros, y va
creciendo el desaliento y la frustración por no alcanzar a los mejores de los
dos grupos que le anteceden.
El cansancio y
kilómetros que se van acumulando, el sueño y la decepción por la mala colocación
en la salida hacen mella, los 80 km. que separan Carhaix de Loudeac los hace en
compañía del tío del mazo y tarda casi cuatro horas en recorrerlos. En
Fougeres, al paso por el km. 921 vuelve a ver a este señor y le acompaña
durante 200 km. en los que ha desfallecido, ha visto de cerca la guadaña, ha
pensado en la retirada…, pero esa palabra no está en su diccionario.
Ha finalizado en 51 h.
45m. y sólo dos españoles han realizado mejor tiempo que él, una auténtica
hazaña si tenemos en cuenta que lucha en inferioridad de condiciones contra los
que aspiran a ganar la prueba, no lleva coche de apoyo que le facilite la
comida, la bebida, al que dar o pedir ropa de abrigo según sea de día o de
noche, si llueve o si hace sol. Por todas estas circunstancias, en cada zona de
control de paso pierde 30 minutos porque tiene que, además de sellar, parar a
comer. Todas estas incidencias las resuelven los participantes que disponen de
una organización propia detrás en la mitad de tiempo y sobre todo al principio,
para limar diferencias, se salta algunas comidas y el resultado son unos
desfallecimientos nunca antes sentidos.
Esta experiencia en la
que ha llevado el cuerpo al límite le ha servido para conocer una clase de
ciclismo que en España tiene poca presencia, el cicloturista típico de estas
pruebas poco tiene que ver con esos cuerpos afilados por la competición, aquí
los cuerpos son robustos, rotundos, capaces de pedalear muchas horas sin
desfallecer, de meterse entre pecho y espalda un jabalí entero y si se tercia,
incluso de cazarlo.
Ante la osadía de
intentar una gesta de éste calibre sin ninguna experiencia previa, habiendo
realizado durante los últimos nueve meses una sola vez las brevets de 200, 300,
400 y 600 Km. necesarias para obtener la acreditación que da acceso a esta
prueba y por el extraordinario resultado conseguido, me quito el sombrero.
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